El diagnóstico de la FA se suele realizar por palpación del pulso, en que el pulso se describe clásicamente como "irregularmente irregular". Una revisión sistemática concluyó que la frecuencia del pulso es 94% sensible y 72% específica para el diagnóstico (razón de probabilidad positiva = 3,4; razón de probabilidad negativa = 0,08).1 La confirmación de la FA requiere un registro de ritmo que muestre la actividad eléctrica del corazón mediante un electrocardiograma (ECG o EKG), que muestre el patrón típico de FA: intervalos RR completamente irregulares, ausencia de ondas P y ondas de fibrilación fina o gruesa en la línea de base. Un episodio que dura al menos 30 segundos es diagnóstico.2,3 Esto se lleva a cabo tradicionalmente utilizando un ECG estándar de 12 derivaciones o un monitoreo continuo de ECG ambulatorio. Los cambios en el ECG pueden ser sutiles y la interpretación debe ser realizada por un profesional clínico competente para garantizar la precisión.
Sin embargo, un resultado de prueba normal no descarta completamente la presencia de FA, ya que el ECG puede no detectar arritmia paroxística. En estos casos, puede ser necesario un monitor Holter (grabación de 24 horas) o un monitor de eventos (grabación de 7 a 30 días) para medir el ritmo cardíaco del paciente durante un período prolongado de tiempo.1